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México y los combustibles fósiles: ¿Transición energética real o dependencia perpetua?

México y los combustibles fósiles: ¿Transición energética real o dependencia perpetua?

Expertos advierten que sin un cambio estructural, el país seguirá dependiendo de recursos no renovables y tecnologías extranjeras, comprometiendo su soberanía y su futuro energético. 

En el panorama actual, donde se proclama una inminente transición energética, expertos del sector señalan que el enfoque real del país sigue dirigido hacia los combustibles fósiles. A pesar de los discursos de transformación, la realidad muestra una dependencia profunda en recursos tradicionales, cuestionando la veracidad de la estrategia nacional en materia energética.   

El análisis realizado por Ramses Pech, especialista del sector, reveló una confusión crítica en el sector energético mexicano. Pech expresó a Surtidores Latam que el concepto de transición energética se malinterpreta al equipar la transformación tecnológica con la verdadera eliminación de los combustibles fósiles. En este sentido, México prioriza el control y la soberanía sobre las fuentes primarias de energía, sin considerar que el abandono de hidrocarburos implica un cambio estructural que va más allá de meras inversiones en tecnología. 
  

Los combustibles fósiles, como el petróleo crudo y el gas natural, siguen siendo la base de la matriz energética nacional. Con un 90 % de la inversión en el sector dirigida a empresas estatales, la estrategia se centra en mantener la producción y la explotación de estos recursos. Esta situación contrasta con la retórica oficial que anuncia una transición energética, evidenciando la escasa aplicación de políticas de largo plazo que desvinculan progresivamente a México de los combustibles tradicionales.   

La dependencia de los carburantes no sólo se traduce en una situación económica vulnerable, sino que también tiene implicaciones geopolíticas y de seguridad energética. México importa aproximadamente el 32 % de la energía consumida a nivel nacional, combinando producción interna con insumos foráneos. Esta fórmula refuerza la necesidad de mantener reservas y capacidades de explotación, aun cuando la perspectiva internacional apunta a un futuro sostenido por energías renovables. 
  

El sector enfrenta el reto de transformar la energía primaria en fuentes secundarias de uso diario, un proceso que en el caso de México depende en gran medida de tecnologías importadas. Según Pech, de no invertir de forma decisiva en el desarrollo tecnológico propio, el país se verá obligado a prolongar una simbiosis con el modelo basado en combustibles fósiles, incrementando los riesgos ante cambios en el mercado global y en las políticas de países exportadores.   

Expertos aseguran que el verdadero desafío consiste en definir políticas de largo plazo que permitan reducir gradualmente el uso de combustibles no renovables, integrando a la inversión privada y desarrollando tecnologías locales que disminuyan la brecha de dependencia. 

Las cifras de consumo y balance energético indican que, a pesar de la retórica de cambio, se utiliza entre el 65 % y el 75 % de la energía disponible, gran parte de ella derivada de fuentes fósiles. El experto concluyó que este modelo no solo genera un alto costo económico, sino que también contribuye a un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero, poniendo en jaque la lucha contra el cambio climático.