
El robo de gas LP: el creciente delito que afecta a Pemex
El gran salto en las cifras se dio en el primer año del
sexenio obradorista. Hasta ese momento la atención estaba en las tomas
clandestinas utilizadas para robar gasolina a la estatal Pemex.
Pero la estrategia federal para frenar el hurto del combustible, con grandes
operativos al inicio de la gestión presidencial, desvió el actuar de los grupos
que se dedican al robo de combustibles hacia un nuevo objetivo: el gas licuado
de petróleo (conocido como gas LP).
Las tomas clandestinas para robar el gas licuado de
petróleo –producido e importado por Pemex– han incrementado de manera
exponencial en los últimos años. En 2018, el último año del sexenio pasado,
Pemex contabilizó sólo 222 tomas de este tipo. Ya para 2019, el primero de la
gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, esta cifra ya era de 1,325
tomas, según información de la estatal.
La petrolera no ubica el robo de gas LP en peculiar dentro
de los principales riesgos que incluye en sus reportes financieros, pero admite
que el hurto de combustible desde sus instalaciones ha crecido pese a los
esfuerzos de la administración federal.
Durante el sexenio, el número de
aperturas que se hicieron de manera ilegal a los ductos de la compañía para
extraer este combustible ha crecido en 1,027%. Este porcentaje se obtiene al
comparar las tomas clandestinas reportadas en 2018 y las que fueron registradas
durante 2022, cuando el número creció hasta 2503.
Y las cifras reportadas durante este año indican una
tendencia al alza en el rubro: marzo pasado se convirtió en el mes en
el que se reportaron más tomas clandestinas para la extracción de gas LP, con
390.
El robo de gas LP, un combustible que se transporta por los
ductos en estado líquido y que es más fácil de manejar que otros combustibles,
se da principalmente en la infraestructura de transporte de la estatal Pemex
que atraviesa del sur –en donde se inyecta el gas– hacia el centro del país.
“Los robos se dan dentro de un gran ducto a donde llega el producto importado,
parte desde Pajaritos en donde se inyecta y lo que hace es recorrer Veracruz,
cruzar Puebla, Hidalgo y toda la zona centro, termina en Jalisco”, explica
Susana Cazorla, una analista del sector y una exfuncionaria de la Comisión
Reguladora de Energía y de la Secretaría de Energía.
Un mercado paralelo
El transporte del gas generalmente comienza desde
Coatzacoalcos, Veracruz, en donde la estatal tiene instalaciones. Y es justo en
la parte inicial del recorrido en donde más se roba el combustible, según las
cifras de la estatal. Tan sólo en el primer trimestre de este año se hallaron
592 tomas clandestinas –alrededor de la mitad de la cifra nacional– en
Veracruz.
En los primeros tres meses de un año antes este número fue mucho
menor, de 170. Puebla, Tlaxcala y Estado de México continúan en el listado, en
ese orden. Pero ninguno de estos estados muestra un crecimiento exponencial
como el primero.
Algunas otras entidades como Oaxaca, en donde antes no se
contabilizaban tomas, comienzan a aparecer en el listado.Cazorla admite que la administración pasada ya tenía mapeado
el robo de gas LP como un riesgo constante para la petrolera estatal.
Los analistas ven una diversificación de los grupos
dedicados al robo de combustible. Dicen que aquellos que hurtaban gasolinas
anteriormente decidieron migrar al robo de gas LP porque se trata, sobre todo,
de un combustible más fácil de distribuir y un mercado con menos regulación,
comparado con el de distribución de gasolinas.
El mercado de gas LP es más informal en cierto
sentido: está concentrado en pocas empresas de distribución y en la última
milla están los comisionistas –quienes llevan el combustible en la última
fracción de transporte y lo venden por una comisión– que muchas veces no
cumplen con todos los permisos y las normas de seguridad y de venta, entonces
vender el combustible es de cierta manera sencilla”, explica Oscar Ocampo, del
Instituto Mexicano de la Competitividad. “Es un mercado altamente disfuncional
en ese sentido, con mucha informalidad alrededor en la última milla de venta y
eso permite la proliferación de las tomas clandestinas”.
Los analistas dicen que el gas que se roba a la estatal
suele venderse en algunas estaciones de expendio del combustible o incluso en
vehículos que son robados a empresas distribuidoras. La Asociación Mexicana de
Distribuidores de Gas Licuado (Amexgas) fue consultada, pero no respondió a una
petición de entrevista.