
Él quiere limpiar Pemex; los inversionistas, más producción
Romero sigue la campaña
emprendida por su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, para erradicar
la corrupción endémica. La estrategia implica liderar con un ejemplo austero, y
eso es lo que Romero intenta hacer en la compañía más importante de México. Los
impuestos y derechos pagados por Pemex contribuyen con el 20 por ciento del
presupuesto del gobierno federal, por lo que su suerte y la del país están
unidas de manera inseparable.
Hoy por hoy, esa codependencia
es más una carga que una ayuda. El 6 de junio, la calificadora de riesgo Fitch
Ratings rebajó los bonos de Pemex a grado basura, aduciendo la caída en la
producción de crudo y la creciente deuda de la compañía, y también recortó la
calificación de la deuda soberana de México. Moody’s Investors Service soltó
otro golpe, cambiando la perspectiva del país y la de Pemex a negativa.
En el transcurso de una
entrevista de dos horas el mes pasado, Romero refirió sus planes para apuntalar
al vacilante gigante, que tiene un presupuesto anual de 24 mil millones de
dólares y emplea a unas 128 mil personas en todo el país. Aunque lleva en la
dirección poco más de seis meses, Romero presumió el éxito de algunas de sus
iniciativas, incluyendo el nombramiento de honestos lealistas de López Obrador
en altos puestos directivos de la petrolera y el combate al multimillonario
negocio del huachicoleo.
Romero Oropeza, un agrónomo de
60 años sin experiencia en la industria petrolera, no ha logrado convencer a
los inversionistas de que su campaña de “manos limpias” equivale a un plan de
negocios viable. Priorizar la lucha contra la corrupción es “un error”, asegura
Luis Maizel, gerente senior de LM Capital Group en San Diego, una gestora de
inversiones que posee bonos de Pemex. Maizel sostiene que ese es el trabajo del
Órgano Interno de Control de la empresa, no del director. Romero debería
dedicar su tiempo a pensar cómo detener una caída de 14 años al hilo en la
producción de crudo. “Tienes que resolver todo al mismo tiempo. No se puede
resolver una cosa a la vez”, dice Maizel.
s abultada de todas las compañías petroleras del mundo, públicas o privaA los inversionistas no les
interesa ver cómo Romero ‘limpia’ Pemex y extirpa las manzanas podridas en su
interior, lo que quieren es que contenga la podredumbre misma que se refleja en
su balance financiero. Su deuda, que supera los 100 mil millones de dólares, es
la más abultada de todas las compañías petroleras del mundo, públicas o
privadas.
Los analistas también quieren
ver un plan más concreto para reactivar la producción, sobre todo después de
que la administración de López Obrador suspendió las subastas que habrían
permitido a Pemex compartir la carga financiera de explotar yacimientos con
socios privados. Los inversionistas a su vez quieren garantías de que la
refinería de 8 mil millones de dólares que el presidente quiere construir en su
natal Tabasco no desvíe recursos, ni la atención de la directiva, de esa tarea.
Huachicoleo
El logro más importante de
Romero ha sido la drástica reducción del robo de gasolina, un problema de larga
historia que empeoró en los últimos años, conforme los cárteles de la droga
incursionaron en la actividad. Inmediatamente después de asumir el cargo en
diciembre, López Obrador desplegó soldados para vigilar los ductos de Pemex e
inició una investigación sobre las gasolineras sospechosas de vender huachicol.
La ofensiva coincidió con la explosión de un ducto en el estado de Hidalgo en
enero que mató a más de cien personas que se habían reunido allí para
recolectar gasolina de una toma clandestina.
Romero aseveró que la tragedia
solamente consolidó su determinación y la del gobierno, y que esas políticas
redujeron las pérdidas de Pemex por robo en un 95 por ciento desde noviembre,
lo que se traducirá en 32 mil 600 millones de pesos en ingresos adicionales
este año. Los analistas cuestionan cómo llegó Pemex a esos números: “Sería útil
una mayor transparencia en el cálculo de esta reducción”, menciona Ixchel
Castro de la consultora de energía Wood Mackenzie.
Un viejo aliado
Romero y AMLO se conocieron a
principios de los años noventa en Tabasco, donde ambos se involucraron en un
movimiento de izquierda que desafiaría el monopolio del poder del PRI.
Sin embargo, a diferencia del
presidente, Romero elude los reflectores. Rara vez se le ve en algo más formal
que una guayabera, no ha participado en las conferencias de resultados
financieros de Pemex y recela de los periodistas. Raramente da entrevistas o
habla en eventos públicos.
Cuando López Obrador fue
elegido para gobernar la Ciudad de México en 2000, fichó a Romero para dirigir
la oficialía mayor. Cinco años supervisando la burocracia de la ciudad fue un
ensayo general para su papel actual. “Pemex genera mucho más dinero que la
Ciudad de México, y donde hay más dinero, hay más corrupción”, mencionó Romero.
Su estrategia para limpiar a
la petrolera consiste en “extirpar la cabeza del cuerpo”. Pero reemplazar a los
altos cargos con su equipo no ha producido ningún resultado en ese frente. De
hecho, un veterano de Pemex ascendido a un puesto de primer rango se vio
obligado a renunciar a principios de 2019 en medio de informes de que había
desviado miles de millones de pesos en fondos públicos en su anterior puesto en
la compañía.
Alejandro Hope, un consultor
de seguridad en la Ciudad de México, recuerda que la corrupción aún era un
problema cuando Romero trabajaba para López Obrador en el gobierno del entonces
Distrito Federal. “Esa fue una época de escándalos en torno a los sobornos de
los contratistas”, apuntó refiriéndose a los videos de 2004 donde aparece René
Bejarano, entonces funcionario del gobierno recibiendo fajos de billetes del
empresario Carlos Ahumada y Gustavo Ponce, en ese momento tesorero de la
capital, apostando fuertes sumas de dinero en Las Vegas. “No fue extremadamente
exitoso”.
En la entrevista, Romero
secundó la promesa de López Obrador de no perseguir a los corruptos de
administraciones pasadas, “no estamos revisando los bolsillos de quienes nos
antecedieron”, pero esa postura puede estar cambiando. A fines de mayo, la
autoridad emitió una orden de arresto contra Lozoya, el exdirector de Pemex,
como parte de una investigación del titular de la Unidad de Inteligencia
Financiera del gobierno federal, Santiago Nieto, sobre la compra a sobreprecio
de unas plantas de fertilizantes. Un juez suspendió inicialmente la orden y
Lozoya ha negado todas las irregularidades en una declaración que publicó en
Twitter. Otro juez eliminó posteriormente la protección inicial brindada al
exfuncionario de Peña Nieto.
Adrián Lajous, quien dirigió
Pemex de 1994 a 1999, duda que el enfoque de Romero haga mella en la
corrupción. “La creencia de que puede eliminarse de manera fácil y rápida desde
arriba es una gran simplificación”, señaló en un correo electrónico. “Su
erradicación requerirá tiempo, una estrategia detallada y una disciplina
directiva sostenida”.
Equilibrismo político
El de Romero es un complicado
camino por la cuerda floja política, pues el director de Pemex debe responder,
por un lado, al llamado de la Secretaría de Hacienda a la prudencia fiscal y,
por el otro, a la demanda de la Secretaría de Energía de priorizar la
autosuficiencia energética mediante la construcción de una costosa refinería.
Mientras Romero ha estado
ocupado en una operación para asegurar líneas de crédito de bancos
internacionales, lo que le permitirá renegociar deuda por un valor de 8 mil
millones de dólares, sus compañeros en la Secretaría de Energía pasan gran
parte del tiempo arremetiendo contra la influencia de los mercados extranjeros,
o el “colonialismo económico”, como el ahora subsecretario de Energía dijo
alguna vez.
Eso también es cierto para las
políticas más generales de López Obrador. Su gobierno ha tratado de equilibrar
el conservadurismo económico (recortar el gasto en salud y las estancias infantiles
para cumplir con los objetivos presupuestarios y recurrir a los militares para
dirigir una nueva fuerza policial nacional) con los valores de izquierda como
rechazar la privatización y poner su fe inquebrantable en Pemex para resolver
los problemas energéticos de México.
El presidente ha inyectado
capital nuevo y ha tomado medidas para aligerar la carga fiscal de la compañía.
Su gobierno está redactando una legislación para reformar el régimen de
regalías petroleras, que podría generar una reducción de 7 mil 200 millones de
dólares en las contribuciones fiscales de Pemex para 2021. También postergó la
emisión de nuevos bonos este año, una promesa reiterada por Romero en la
entrevista.
El director admitió que la
situación financiera de Pemex era peor de lo que había anticipado: “Una cosa es
lo que has leído, escuchado y otra es cuando llegas y de repente te enfrentas a
la realidad de la situación”. También está tratando de reducir costos,
renegociando los contratos de perforación para obtener términos más favorables
y eliminando cientos de empleos.
Romero ha interrumpido la
exploración y producción en aguas profundas, y asegura que resulta menos
costoso hacerlo en tierra y en aguas someras. Y también ya ha firmado los
contratos para el desarrollo de 22 nuevos campos este año y habrá otros más
adelante.
Con una agenda apretada, el
director general de Pemex suele trabajar los fines de semana para poder hacer
cumplir con todas sus reuniones, sus visitas a campos y refinerías en todo el
país, y acompañar a López Obrador a algunas de sus conferencias matutinas.
“Hay momentos en que es lunes
y no sé qué día es porque he estado en un avión”, mencionó Romero con un
aspecto algo fatigado.
Sin embargo, los
inversionistas cuestionan la lógica de reducir el gasto en algunas operaciones
de perforación, mientras se prodigan fondos en una séptima refinería.
La planta, con una capacidad
de 340 mil barriles por día, se construirá en el puerto de Dos Bocas y tiene 50
mil millones de pesos en recursos iniciales asignados para este año, y los 100
mil millones de pesos restantes están “garantizados” por el gobierno federal,
aseveró Romero. López Obrador entregó el proyecto a Pemex luego de declarar
inicialmente desierta la licitación, reiterando su ambicioso objetivo de
terminar el proyecto en tres años. Posteriormente, el gobierno anunció que
invitó a siete empresas a participar en la construcción de la refinería, de las
cuales únicamente una, ICA Fluor, es mexicana.
Y de súbito, el trabajo de
Romero se volvió mucho más difícil, 8 mil millones de dólares más difícil. El
valor del nuevo proyecto que cayó repentinamente sobre los hombros de Romero es
mayor que el valor total de compañías como Peñoles, Gruma, Alsea,
Kimberly-Clark o Alpek. López Obrador dice que Pemex no echará mano de su
presupuesto para la construcción de la refinería, pero nadie ha explicado quién
pagará los miles de millones de horas-hombre que la petrolera tendrá que mover
a Dos Bocas.
“Todo lo que están haciendo es
tomar de un bolsillo para meterlo en otro”, dice John Padilla, director gerente
de IPD Latin America. Incluso si el dinero no sale de Pemex, el impacto en el
presupuesto público, que en última instancia financia la petrolera, es el
mismo, anotó.
La disminución de las reservas
Padilla y otros analistas de
Pemex dirán que la prioridad de Romero debería ser reponer las menguantes
reservas de crudo, que han caído casi 77 por ciento en dos décadas, y aumentar
la producción de petróleo. Con un millón 700 mil barriles diarios, la
producción actual no llega ni a la mitad de lo producido en su punto máximo en
2004.
Romero citó un puñado
de descubrimientos recientes en tierra y en aguas poco profundas. Aunque
admitió que no se comparan con Cantarell, el pantagruélico yacimiento en la
Bahía de Campeche que propulsó la producción mexicana durante décadas pero que
ahora está casi agotado, no se desanima. Sus ojos se iluminaban mientras
dibujaba un mapa de áreas de exploración en un trozo de papel. “No son campos
necesariamente extraordinarios, pero hemos encontrado algunos yacimientos muy
importantes”, apuntó.